MUCHOS DE LOS JUDIOS ESPERABAN LA LLEGADA DEL REY

LAS MULTITUDES AGRADECIERON A JESUS GRINTANDO , BENDITO EL SALVADOR,PERO TANTO EN ESE TIEMPO COMO EN ESTE NO LE PRESTARON A TENCION A LAS PROFESIAS JESUS NO SERIA UN REY COMO TODOS SERIA DESPRESIADO Y HUMILLADO ´POR SUS ENEMIGOS.

Algunos judíos pensaban que el Mesías sería como otros reyes. Según ellos, si el Mesías iba a gobernar todas las naciones, lo haría por medio de la fuerza. Entonces, esperaban a alguien que les defendiera en sus luchas contra naciones enemigas, como Roma (Hechos 5:36-37). Al ver el gran poder de Jesús, ellos querían obligarlo a que fuera su rey (Juan 6:15). Querían que Jerusalén fuera su capital. Cuando Jesús fue a esa ciudad, la multitud se regocijó con su llegada y gritó:

¡Hosanna al hijo de David! (Mateo 21:9).

¡Bendito el reino de nuestro padre David que viene! (Marcos 11:10).

¡Bendito el rey que viene en el nombre del Señor, paz en el cielo y gloria en las alturas! (Lucas 19:38).

La multitud se desilusionó. En vez de unirse a la felicidad, Jesús lloró al verla (Lucas 19:43-44) y alertó a los ciudadanos diciéndoles que Jerusalén pronto sería destruida por los romanos (Lucas 21:5-24). En vez de protestar en contra de los gobernantes romanos, Jesús llegó ante ellos acusado como un criminal y fue sometido a juicio (Lucas 23). Muchos de los que le habían dado la bienvenida luego pidieron su muerte. Clavaron sus manos y pies para crucificarlo. Y ahí lo dejaron morir poco a poco, con gran dolor. Ni los seguidores de Jesús, ni sus propios enemigos, se imaginaron que él iba a sufrir de este modo. Se supone que los grandes reyes deben ser aceptados por su gente, pero Jesús fue rechazado. A los grandes reyes se les muestra respeto y honor; Jesús murió lastimado. Los grandes reyes derrotan a sus enemigos, mientras que Jesús fue crucificado por los suyos. Sus amigos, confundidos y tristes, dijeron:

Pero nosotros esperábamos que él era el que había de redimir a Israel (Lucas 24:21).

Si ellos se hubieran fijado en el Antiguo Testamento, se habrían dado cuenta que estaba predicho que el Mesías sería entregado. Jesús predijo que iba a ser asesinado por los líderes romanos y judíos (Lucas 17:25; 18:31-33; 20:9-15). Para probar esto citó el Salmo 118:22, que habla sobre el desprecio que los líderes de Israel le hicieron al hijo de Dios. El profeta Isaías (53:3) también explicó cómo el Escogido de Dios sería "despreciado y desechado".